30/5/10

La resiliencia: sobrevivir a un trauma, por Boris Cyrulnik

La resilencia trata de averiguar cuáles son las condiciones necesarias para que se reanude el desarrollo natural de la persona tras sufrir un trauma y cómo un individuo herido puede recobrar otro tipo de desarrollo. En los primeros años de vida de un niño la negligencia afectiva constituye tal empobrecimiento de sus capacidades sensoriales que ya no se estimulan determinadas zonas cerebrales. Sin embargo, si rodeamos al pequeño de un entorno de seguridad se comprueba claramente que se restablece el patrón del sueño, aumenta la secreción hormonal y se reanudan las conexiones sinápticas. Las actividades artísticas, la creatividad, el compromiso relacional en psicoterapia o actividades de grupo constituyen poderosos factores de resiliencia.

Por Boris Cyrulnik. Director académico. Universidad Toulon

*Nota importante: Este artículo fue editado por la autora de este blog para una la publicación de una obra de divulgación científica que, por lo sabido hasta el momento, no fue publicada. Si alguno de los actores implicados en su difusión creen vulnerados sus derechos por su publicación sin ánimo de lucro en este muro ruego me lo hagan saber. inesavestaarrobagmail.com

Históricamente ha resultado difícil reflexionar sobre las experiencias traumáticas. Cuando un soldado sobrevivía a una batalla, pero manifestaba trastornos de conducta o pensamiento, se solían explicar estas perturbaciones aludiendo a una debilidad física, una posesión demoníaca o un castigo divino. Hubo que esperar a Pierre Janet, primero, y a Sigmund Freud, después, para utilizar la metáfora del trauma y pensar que un impacto externo podía mermar de forma duradera un mundo psíquico íntimo. No ha resultado fácil averiguar cómo curar este tipo de heridas. Hasta el final de la Guerra de Vietnam no se pudo constatar que cuando se rodeaba a los veteranos de guerra de amigos y se propiciaban sus contactos sociales, se volvían menos conflictivos y disminuía el alcoholismo. Los trabajos de psicólogos como Nathalie Loutre du Pasquier dieron como resultado un método basado en las observaciones longitudinales y se pudo descubrir que, en contra de lo que se solía pensar, los abandonos y malos tratos recurrentes no eran una fatalidad sin remedio. Emmy Werner, a quien se atribuye la autoría de la metáfora de la resiliencia, ha podido constatar que tras ocuparse de 700 niños de la calle en Hawái y pasados treinta años el 28% de ellos ha aprendido a leer y escribir sin haber asistido a la escuela, ha encontrado un trabajo, ha fundado una familia y no manifiesta trastornos psíquicos importantes: “Estos niños tienen algo que enseñarnos”, dice Michel Rutter, “y este mensaje hará que podamos pensar en cómo ayudar mejor a aquellos que no han logrado superar sus traumas”. Precisamente de esta superación es de donde nace la aventura de la resiliencia, cuyo objetivo es descubrir cuáles son las condiciones necesarias para que se reanude el desarrollo natural de la persona tras sufrir un trauma.

LA TEORÍA
Como en cualquier estudio sobre desarrollo, los factores que determinan dicho proceso son heterogéneos. No obstante, un razonamiento sistémico permite reunir las distintas informaciones: el sistema respiratorio está compuesto de oxígeno gaseoso que atraviesa el filtro sólido pulmonar y es transportado por los glóbulos rojos hasta el líquido plasmático. Si se altera un sólo elemento en este proceso, el sistema entero deja de funcionar pues es indivisible, aunque esté compuesto de fenómenos de distinta naturaleza. La teoría del vínculo, fruto de la unión entre la etología y el psicoanálisis, proporciona una herramienta para la observación, experimentación y reflexión que permite analizar cómo, después de un trauma flagrante (guerra, malos tratos) o bajo las condiciones adversas de un trauma insidioso (negligencia afectiva, humillación, pobreza socio-cultural), un sujeto herido puede recobrar otro tipo de desarrollo.

La resiliencia neuronal
Si a un niño se le priva de contacto, de mímicas faciales, de palabras y juegos haremos que viva en una burbuja tan empobrecida y que le va a transmitir una gran inseguridad. Esta falta de seguridad hará que no se atreva a dejarse embargar por el sueño, y como consecuencia se desorganizará la arquitectura eléctrica de su cerebro con el consiguiente cese en la secreción de las hormonas del crecimiento y sexuales. En la primera infancia, la negligencia afectiva constituye tal empobrecimiento de las capacidades sensoriales que ya no se estimulan determinadas zonas cerebrales. Privar a un niño de visión, tanto de forma experimental como accidental, provoca la atrofia de la corteza visual correspondiente que en condiciones normales percibiría la información. La negligencia afectiva conlleva al aislamiento sensorial en el que se atrofian la zona frontal y límbica.
Al rodear al niño de un entorno de seguridad se comprueba claramente que se restablece el patrón del sueño, aumenta la secreción hormonal y se reanudan las conexiones sinápticas.
Hay que aclarar que dicha recuperación resiliente depende del grado de receptividad del menor, que puede variar en función de distintos factores:

-Genéticos: los pequeños transportadores de serotonina necesitan más seguridad para restablecer el nuevo desarrollo.
-Epigenético: hay períodos en los que el sistema nervioso se muestra especialmente sensible ante una misma información. Ejemplos de ello son los primeros meses de vida, la pubertad o la vivencia de emociones fuertes.
-Cultural: el tópico que dice que “hay que dejar llorar a un bebé para que no se vuelva caprichoso” crea un nicho sensorial empobrecido.

La resiliencia psicoafectiva
El mundo mental de los padres interviene en la construcción de este envoltorio que puede empobrecer o enriquecer el entorno del pequeño. Un pensamiento como “detesto a este niño nacido de una violación” empobrecerá la vida del pequeño. Sin embargo si el adulto piensa “pobrecito, hay que ayudarlo” su entorno se verá claramente enriquecido. En el momento en que el sujeto herido accede a la representación verbal, elabora para sí mismo un relato de lo que le ha sucedido. De este modo, puede transformar la representación de un acontecimiento en una puesta en escena íntima que le provoca un sentimiento determinado. Cuando el relato sobre uno mismo se impone de forma repetitiva, aparece el síndrome psicotraumático; el sujeto se encuentra atrapado en la prisión del pasado. Por el contrario, cuando la persona herida lo convierte en algo que puede compartir, mediante mecanismos como la sublimación, el humor, la poesía, el compromiso existencial, y su entorno crea espacios para la palabra, la desvinculación del pasado se convierte en un factor eficaz de resiliencia. Estos acontecimientos psicológicos crean momentos de plasticidad cerebral y de modificación de los estilos afectivos relacionales.

La resiliencia sociocultural
Los relatos familiares, los mitos y los prejuicios actúan directamente sobre la construcción del envoltorio sensorial y moldean los sentimientos que provocan dichos relatos. Los sistemas familiares con múltiples vínculos protegen mejor al sujeto dado que, de producirse una desgracia, éste tendrá más posibilidades de encontrar un tutor de resiliencia, es decir, una persona o institución en quienes confiará en exceso pero que, no obstante, gracias al contacto, le ayudarán a desarrollarse. El arte, la creatividad, el compromiso relacional en psicoterapia o actividades grupales constituyen poderosos factores de resiliencia. Así es como podemos transformar la representación de lo que nos ha ocurrido, mentalizarnos y darle al trauma una forma socialmente aceptada como si de una novela, una película o un ensayo filosófico se tratara.

EN RESUMEN
La resiliencia constituye un capítulo de la teoría del vínculo: ¿cómo reconstruir un vínculo roto por un trauma? Los equipos multidisciplinares reúnen los datos heterogéneos, neurológicos, afectivos, psicológicos y culturales en un proceso indivisible de neo-desarrollo.
La metáfora de la resiliencia, procedente de la mecánica (una barra de hierro resiste un golpe y recupera su forma original), se ha convertido actualmente en psicología en un concepto sistémico de este nuevo desarrollo que surge después de una ruptura traumática.

En la actualidad es posible identificar y enmendar los factores que impiden la resiliencia:
-El aislamiento afectivo que altera los procesos neurobiológicos puede combatirse estableciendo en torno al herido nuevas bases para la seguridad, véase un sustituto de la madre o un contexto institucional.
-La humillación, causante de traumas del desarrollo, puede contrarrestarse mediante cambios de representación en la mente de los ofensores y de los ofendidos.
-La ausencia de sentido que genera confusión e impide cualquier proyecto puede superarse mediante un trabajo de construcción de sentido a través de la identidad narrativa y la creatividad.
A partir de entonces, la herida es un momento doloroso en la historia del sujeto pero ya no es un destino inexorable.

Referencias
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Werner E.E , Smith R.S. Vulnerable but invincible : A study of resilient children (1982) New York . Mc Graw-Hill.
Rutter M. Psychosocial resilience and projective mechanisms (1987). American Journal of Orthopsychiatry, #57, pags 316-331.
Hubel D.H, Wiesel T.N Receptive fields of calls in striate cortex of very young, visually inexperienced kittens (1963) J. Neurophysiol # 24, pags 994-1002 (Premio Nobel 1981).
Spear L. Adolescent psychopathology and the developing brain: integrating brain and prevention science (2008) New York. Oxford University Press.
Borod J.C. The neuropsychology of emotions (2000) Oxford University Press.
Harel S. Resilience intra-utérine et suivi d’une cohorte d’enfants. In, mémoire, transmission et résilience (2008) I. Pelc (Dir.) Chu Brugman Bruxelles, 20 Jun 2008.
Ainsworth M.O.S , Bell S.M, Stayton D.J. L’attachement de l’enfant à sa mère (1979) La Recherche en éthologie. Paris. Seuil.

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