En este blog ha habido un par de apuntes sobre el fenómeno de el tercer hombre. Este artículo ha sido publicado por la autora de este blog en el número de marzo de la revista Más Allá de la Ciencia. Aquí tenéis el reportaje completo.
El Tercer Hombre: la fuerza de la esperanza
Stephanie Schawabe practicaba submarinismo profesional junto a su marido, Rob Palmer, experto en agujeros azules de las Bahamas, un entramado de cuevas submarinas de calcita. Stephanie se preparaba para una inmersión después de que su marido falleciera buceando en el Mar Rojo. Su trabajo como geomicrobióloga la llevaba a descender al fondo marino en busca de muestras de sedimento en Mermaid's Lair, en las Bahamas. Tras recoger y empaquetar las muestras, y guardar las herramientas, se dio cuenta de que había perdido su cabo de guía, o carrete de cuerda, un elemento vital para salir de un sistema de grutas en el que se pierde por completo la orientación. El pánico se apoderó de ella. Miró su indicador y le quedaban veinte minutos de oxígeno en el tanque.
Siempre se sumergía con Rob, su marido, y él portaba el carrete de cuerda y hacía las veces de guía para Stephanie. Ella dio por hecho que Rob estaba allí, buceando todavía con ella, y descuidó su propio cabo de guía. Lo había perdido. La ira y el terror se apoderaron de ella, “¿Como había podido ser tan estúpida y cometer un error tan básico?”. En su desesperación le llegó reprochar a Rob haber muerto. De pronto, en medio del pánico y la rabia sintió como una oleada de luz y la presencia de otro ser que le dijo: “Basta, Steffi, cálmate. Puedes pensar que puedes o que no puedes, y cualquiera de las dos opciones es correcta. ¿Te acuerdas?”. Esa misma frase es algo que su marido solía decirle. Ante semejante acontecimiento quedó estupefacta aunque incomprensiblemente se sentía más tranquila. Volvió a mirar los indicadores y comprobó que quedaban solo cinco minutos de oxígeno en el tanque. Levantó la vista y en el preciso momento en que creyó ver el destello de la cuerda del cabo de guía la presencia desapareció. En ese momento Stephanie nadó serena y con seguridad hacia el cabo, no sin antes mirar a su alrededor buscando esa presencia que ya no estaba. En su más absoluta soledad alcanzó la entrada azul de la gruta. Para esta mujer, científica y aventurera de los fondos marinos, sin duda aquella energía que la ayudó a salir fue la de su difunto marido. Pues bien, les presento al Tercer hombre, esa presencia, compañía, sensación o emoción que muchos han declarado sentir cuando su existencia terrenal está al límite de las posibilidades de los vivos. Este es tan solo uno de los muchos relatos recogidos en el libro del periodista e investigador John Geiger, titulado precisamente “El tercer hombre”. Este canadiense lleva más de diez años recopilando historias relacionadas con esta fenomenología e investigando las posibles causas y orígenes de la misma.
A medida que vamos averiguando y conociendo más sobre este tipo de sucesos nuestro sano escepticismo hace necesario intentar comprender y analizar las posibles respuestas de la ciencia ante unos hechos que nos dejan perplejos pero que al investigar sobre ellos resulta que son más habituales de lo que pensamos. Los testimonios son más que abundantes. Hay quienes apuntan que el Tercer hombre no es más que una alucinación causada por las condiciones físicas y mentales extremas, lo que se conoce como fisiología límite. También hay quien piensa que es un verdadero Ángel de la Guarda y otros afirman sin lugar a dudas que es absolutamente real. Una cosa está clara: quienes hablan del Tercer hombre con conocimiento de causa coinciden en sus relatos, y estamos hablando de aventureros, hombres y mujeres de ciencia, expedicionarios y exploradores que buscan respuestas más allá de los límites de lo humano. De lo que no cabe duda es que no es fácil renunciar, por principios, a la evidencia de manifestaciones de la dimensión espiritual de nuestra existencia. El misterio camina de la mano en nuestras vidas.
Soledad y monotonía: habla Fernando Garrido
Fernando Garrido, mítico montañero español especializado en grandes alturas, ha hablado para los lectores de MÁS ALLÁ. Sus experiencias en la alta montaña han sido extremas y de una dureza impresionante. Hemos tenido la oportunidad de conversar con él acerca de su experiencia con el Tercer Hombre y su relato corrobora la presencia de numerosos acompañantes a lo largo de sus muchas y peligrosas travesías. “He sentido esa especie de compañero en algunas de mis ascensiones, pero la vez que lo recuerdo de una forma más vívida y real fue en mi subida al Cho-Oyu en el invierno de 1987. Mi reto era subir los 8201 m de esta montaña del Himalaya, situada entre Nepal y Tíbet, sólo y en invierno. Nunca nadie había subido esa montaña en invierno y sólo, así que decidí que iba a por ello. Era mi época más loca, y me la jugué. Fui muy al límite en esa experiencia y por suerte me salió bien, aunque tanto en el ascenso como en el descenso lo pasé realmente mal.
Las condiciones de la montaña eran durísimas en esa época del año, mucho frío, mucha nieve, mucho hielo y pocas horas de sol. El día que hice cumbre ataqué desde los 7000 metros. Salí tarde, porque hacía mucho frío y preferí esperar un poco. Empecé la atacada y tras muchas horas de caminar, cada vez con menos oxígeno y más y más cansado empecé a notar que me seguían unos árabes. Yo les hablaba, les decía, “Eh, tened cuidado, aquí el hielo está mal”, les hablaba en inglés, incluso alguna palabra en voz alta. Recuerdo perfectamente que a la vez pensaba “Fernando, no hay nadie, estás solo, ¿qué haces hablando con esta gente?” Pero inmediatamente volvía a recurrir a su compañía en el ascenso, que como digo fue realmente muy duro. Yo los sentía caminando a mi lado, era una situación peligrosa, de máximo riesgo y muy extrema, y ahí estaba yo acompañado por aquellos árabes (risas).
A medida que hablamos con él nos llama la atención que hace mucho hincapié en que este tipo de experiencias siempre las ha tenido en la más absoluta soledad, y puesto que se trata de una circunstancia que se repite en muchos de los casos que hemos revisado le preguntamos si cree que la soledad es un factor determinante para que aparezca el Tercer Hombre. “Es muy probable. Yo las vivencias más fuertes de este tipo las he tenido en la más absoluta soledad. Bien es cierto que soy especialista en grandes alturas y en solitario. Me gusta ir solo en los momentos más intensos en la montaña, aunque también disfruto en grupo, pero supongo que es por la forma de ser de cada uno, y aunque soy una persona muy sociable la montaña la he disfrutado mucho más en soledad. Supongo que esa soledad es el momento idóneo para que esos amigos invisibles aparezcan ante situaciones en las que vives al límite de tus posibilidades.”
Uno de los mayores retos de Fernando Garrido fue el record de permanencia en solitario que batió en el Aconcagua, la montaña más alta del mundo fuera de Asia situada en los Andes argentinos. Dos meses a casi 7000 metros de altura es una auténtica prueba de resistencia, física y mental. Garrido narra para MÁS ALLÁ su experiencia con el Tercer Hombre en este inhóspito pico andino.”Aquellos días hubo de todo. En dos meses de hipoxia total la cabeza da muchas muchas vueltas. Oía gente que venía, y salía de la tienda; los saludaba a gritos, “Eh! Aquí, aquí!” pero no había nadie, aunque yo sentía esa compañía en mi soledad más absoluta. Me llevé unos cuantos libros, no muchos porque no podía llevar mucho peso hasta allá arriba. Recuerdo leer algunos libros de Alberto Vázquez Figueroa, sobre el desierto, piratas y navegantes y África. Lo más increíble y lo que recuerdo perfectamente es que mientras leía yo estaba dentro de la historia. Estuve en el desierto y en la jungla de Figueroa mientras leía sus libros encerrado en mi tienda a muchos grados bajo cero y rodeado de nieve. Esa sensación no la olvidaré jamás. Era real, vivía la historia de forma real, veía a los personajes y yo formaba parte de la historia.”
Está claro que las experiencias de este montañero español con el Tercer Hombre han sido intensas y numerosas. Le preguntamos cuales cree que son las causas que originan el fenómeno del Tercer Hombre y esta es su respuesta. “Nunca me lo he planteado, me ha sucedido, sí, pero no he pensado demasiado en sus causas. Es algo que sucede y no pienso más allá del hecho acontecido. Personalmente creo que los condicionantes físicos, en mi caso la falta de oxígeno, la mala alimentación, la monotonía, el aislamiento, la soledad, el insomnio...Todas esas circunstancias hacen que el cerebro se encuentre muy al límite, y quizá busque resortes o mecanismos para salvaguardarse y proteger tu vida.”
Hay indicios claros de que el hecho de que el Tercer Hombre aparezca en la más absoluta soledad, o como mucho en pequeños grupos muy reducidos, nos da pistas sobre el estado íntimo y emocional de quienes lo han sentido. Y es que los condicionantes físicos y psicológicos son múltiples pero la soledad, la monotonía y el aislamiento parecen ser algunos de los aspectos más recurrentes en esta fenomenología.
Shackleton, el vencedor de la adversidad
Shackleton fue el último gran explorador de la época de las expediciones más salvajes a lo desconocido. Sus diarios recogen un testimonio de la vivencia de este aventurero con su Tercer Hombre. “Cuando rememoro esos días no me cabe la menor duda de que nos guió la Providencia […]. Sé que durante esa larga y atroz marcha de treinta y seis horas a lo largo de aquellos glaciares y montañas desconocidas tuve la impresión de que no éramos tres, sino cuatro”. Y es que en la época de Shackleton muchos fueron los testimonios pero poco se hablaba del asunto abiertamente.
Shackleton nunca consiguió cumplir las metas en sus expediciones. Algunos dirían que no era un hombre con suerte, aunque son más los que piensan que fue un capitán único, puesto que consiguió llevar siempre de vuelta a sus casas a todos sus hombres cuerdos, sanos y salvos.
En su segunda expedición al Polo Sur su barco quedó atrapado en un mar de hielo. La vuelta a casa duró dos años. Estuvieron un tiempo en el barco e hicieron de él su hogar, pero como afirmó el propio Shackleton “lo que el hielo atrapa se lo queda”, y hubo que abandonar el barco y lanzarse a buscar rescate más allá de aquel lugar.
La escasez de provisiones y el frío extremo hacían mella en ellos día tras día en su camino desesperado. Shackleton, durante el viaje, afirmó que escuchaba sus intuiciones. Quizá eso fue algo decisivo a la hora de salvar la vida de todos sus hombres.
Tras dos años llegaron a un lugar habitado por algunos hombres, la base de balleneros de Isla San Pedro. Ya a salvo, y mientras organizaban el rescate del resto de hombres que habían ido quedando por el camino, Crean, uno de los dos compañeros de Schackleton le confesó sereno y seguro de lo que decía: “Jefe, tuve la curiosa sensación de que había otra persona con nosotros”. El Tercer Hombre era un hecho contrastado por más de uno en esa travesía.
¿Qué dice la ciencia?habla el Dr. García Andrade
Geiger recopila en su libro algunas teorías científicas sobre esta fenomenología. Sobre las posibles causas del Tercer Hombre, y en declaraciones exclusivas al programa de radio Milenio 3, afirma que “hay numerosos estudios neurológicos recientes que sugieren que hay partes de nuestro cerebro que son responsables de generar ciertas sensaciones de tener a alguien cerca, de contar con una compañía invisible”. Lo curioso de todo esto y según palabras del propio Geiger es que “la fenomenología de estos estudios ha sido provocada en un laboratorio, en una situación clínica determinada que puede inducir a esa sensación, mediante la estimulación artificial de ciertas zonas del cerebro, y que en esos casos, quienes sentían esa presencia afirmaban que se trataba de una compañía desagradable. Sin embargo, cuando este fenómeno se ha dado de forma natural no inducida en situaciones extremas de supervivencia la situación es bien diferente, puesto que el Tercer Hombre brinda ayuda, apoyo y compañía hasta el punto de salvar la vida a quienes lo sienten”.
El primer científico que estudió seriamente los relatos sobre el Tercer Hombre fue el neurólogo Macdonald Critchley. Sus estudios sobre este fenómeno se centraron en personas sanas, es decir personas que no sufrían ninguna enfermedad como la epilepsia, la esquizofrenia o algún tipo de lesión cerebral, casos en los que es habitual sentir ese tipo de presencias. Estaba convencido de que el Tercer Hombre no tenía su origen en el exterior sino dentro del propio ser humano. Critchley comprobó que el Tercer Hombre aparecía ante “individuos normales expuestos a serios peligros, penurias, o agotamiento”. El eminente neurólogo británico concluyó que el Tercer Hombre “se presenta en ausencia de delirio y, en realidad, cuando la persona implicada mantenía sus sentidos relativamente intactos”:
El doctor Griffith Pugh, un psicólogo que participó en la expedición británica al Everest de 1953 atribuyó el fenómeno descrito por alguno de sus compañeros a “un deterioro en las funciones cerebrales, y alucinaciones provocadas por el frio extremo, el agotamiento y la falta de oxígeno”. Charles Clarke, otro neurólogo británico que ha participado en muchas escaladas habla de la privación de sueño, la ansiedad y la hipoxia como las alteraciones metabólicas que pueden causar la sensación de la presencia del Tercer Hombre.
Más Allá cuenta de nuevo con la inestimable opinión del Doctor psiquiatra y forense José Antonio García-Andrade. Esta eminencia de la mente humana ha escudriñado algunos de los fenómenos psiquiátricos más complejos de la psique, y esto es lo que opina respecto a nuestro Tercer Hombre y las numerosas hipótesis que hemos barajado hasta el momento: "Muchas veces este tipo de fenomenología se encuentra a caballo entre lo religioso, lo patológico y lo psiquiátrico. Una cosa está clara; científicamente el Ángel de la Guarda no es un hecho probado".
La pregunta es evidente, doctor, ¿qué es entonces el Tercer Hombre? "Es muy posible que estemos ante una situación psicopática frente a esta presencia. Este tipo de patología puede surgir de pronto en una situación límite. Se trata de una psicosis como consecuencia de un fenómeno alucinatorio, lo que se conoce como psicosis externa, un cuadro psicótico o psicopático producido por elementos externos límite para el ser humano". Rápidamente me vienen a la mente las palabras de Fernando Garrido, Pérez de Tudela y los otros narradores de este relato y nada más lejos en sus explicaciones a lo que entiendo por un psicótico, pero García-Andrade aclara su definición del fenómeno: "En una circunstancia determinada que lleva al hombre al límite de sus posibilidades es muy difícil poder distinguir entre real e irreal, y precisamente los cuadros psicóticos cuentan con episodios en los que se ve como real una situación alucinatoria, y lo terrible es que para esa persona la situación es absolutamente real. En estos casos la psicosis que produce en el individuo al ser consciente de que el peligro ante el que se encuentra es absolutamente real. Su contexto externo es el que desata el cuadro, los límites condicionantes externos".
Y evidentemente la pregunta es obligada, Doctor, ¿por qué aparecen sus seres queridos ya fallecidos? "Los cuadros alucinatorios exógenos siempre nos ponen en relación con los seres queridos, ya que ante el pánico que sentimos por esa situación buscamos protección y romper la ausencia que nos separa de ellos. Las experiencias premortales hablan de una clara vivencia de que la ausencia va a desaparecer y se va a convertir en realidad al otro lado". ¡Fascinante! La naturalidad con la que García-Andrade desentraña la complejidad del cerebro humano es abrumadora. Su mínimo tono de voz tenue hablando con suma agilidad de la pura emoción bioquímica humana lo deja bastante claro.
Pero, si todo esto es así, y las causas que apuntan los científicos son claramente fruto de un deterioro físico ¿por qué el Tercer Hombre ofrece ayuda, consuelo, compañía y sirve de guía a quienes se les aparece y resulta tan distinto de las alucinaciones convencionales? ¿Por qué cumple con unas funciones tan concretas en todos los casos conocidos?
Es evidente que el estado físico y mental de muchas de las personas que han sentido la presencia del Tercer Hombre responde a un momento límite en sus posibilidades como ser humano. En numerosas ocasiones esta experiencia se ha tenido bajo un cuadro de falta de sueño, hipoxia o escasez de oxígeno, alimentación escasa, nula o deficiente, agotamiento absoluto, frío extremo, sed, enfermedad, monotonía, soledad...
Charles Lindbergh hizo la primera travesía en avioneta desde Nueva York a París. Corría el año 1927 y el vuelo duró más de 30 horas. Lindbergh pilotaba el Spirit of Saint Louis y en su recorrido se topó con varias tormentas e incidentes, pero en uno de ellos, casi a medio camino, una cortina de hielo y niebla se cebaba con la pequeña avioneta. Lindbergh estaba exhausto, ya llevaba muchas horas sin dormir, y sobre todo la monotonía de la actividad y de los estímulos sensoriales hacían mella en su cerebro. Se estaba adormilando; estaba aislado, sin apenas poder moverse dentro de una pequeña cabina. Sintió que perdía el control. Se rindió y cedió los mandos a lo que él describió como “una mente ajena”. Notaba presencias fantasmales a su alrededor, pero no se sentía asustado. Sentía que una realidad superior había tomado el mando de la situación, y así lo recordaba con posterioridad, pero curiosamente no podía recordar ni una sola palabra de lo que habló con esos compañeros, a pesar de que recordaba haber hablado durante largo rato con esas presencias. A su llegada con éxito a tierras francesas había permanecido más de 33 horas sin dormir. El sueño, otro resorte del cerebro, otra puerta que se abre a un mundo poco conocido. Así que en nuestra búsqueda de respuestas queremos saber más sobre cómo puede llegar a influir la falta de sueño en el hombre y cuándo la privación de sueño pone en peligro la vida del ser humano.
La Doctora Sandra Giménez, neurofisióloga clínica especialista en Medicina del sueño, habla en exclusiva para los lectores de MÁS ALLÁ sobre los límites del ser humano en cuanto a su resistencia frente al sueño. Le preguntamos cuándo una persona puede llegar a morir por no dormir y su respuesta es clara: “Como se puede comprender no se ha expuesto a ningún ser humano a deprivación de sueño hasta su muerte (por lo menos que esté científicamente documentado, pero como sabréis sí que se ha utilizado y está constatado como método de tortura!). El "Giness-record" de una persona sin dormir es de 11 días -en estudio de control científico- aunque se documentan otros de 18 días aproximadamente. A partir de este momento el organismo de los estudiados entró en un estado de “desorden” que motivó el abandono de los estudios por razones éticas o bien, en otros casos, simplemente el voluntario se durmió sin poder evitarlo”.
Nos interesa saber qué sucede a nivel físico y mental cuando se llega a ese límite, cuáles son las consecuencias y si pueden llegar a ser irreversibles. Giménez nos aclara que “la falta de sueño afecta progresivamente en los diferentes niveles fisiológicos del organismo: somnolencia, irritabilidad, alteraciones en la memoria...hasta alucinaciones, confusión y desorientación. La regulación hormonal se ve afectada, la temperatura, el metabolismo y sistema cardiovascular, entre otros, también se resienten gravemente. En animales, la deprivación total de sueño conduce a la muerte según la especie, pero por ejemplo en ratas la muerte sobreviene entre los 25 y 30 días.” La doctora Giménez trabaja con pacientes con diversas patologías derivadas del sueño en la Clínica Tecknon de Barcelona y es también investigadora en la Unidad del Sueño del Hospital de Sant Pau de la misma ciudad.
Buscamos explicaciones con la ciencia como referencia, y encontramos muchas respuestas, pero aun así no podemos olvidar que el misterio forma parte del propio ser humano y que la fe y la esperanza pueden llegar a ser muy poderosas. En este sentido recodaremos las palabras del famoso montañero Greg Child: “Aquellos que han experimentado la presencia del Tercer Hombre la distinguen de las alucinaciones, que con frecuencia engañan y desorientan. La presencia parece mucho más real, y ofrece su ayuda a los desvalidos tanto para guiarles como para aliviarles el miedo con su compañía”.
Algunos casos más
-Ron Difrancesco fue guiado por una presencia en su huída de la segunda torre derribada en el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York.
-Frank Smythe brindó la mitad de su último trozo de pastel y único alimento del que disponía a un compañero que le ayudó en su ascenso en solitario al Everest en 1933.
-Joshua Slocum cruzaba en solitario una tempestad en el estrecho de Gibraltar cuando una presencia desconocida guió a su barco a través de las enormes olas mientras él permanecía tumbado en el suelo de la embarcación, exhausto y enfermo.
-Jerry Linenger, astronauta en la estación espacial Mir, sintió la presencia de su padre fallecido después de numerosos percances a bordo de la nave en los que su vida estuvo en peligro varias veces.
El dato curioso
Harry Stoker, militar del ejército británico y primo de Bram Stoker, autor de Drácula, el más famoso vampiro de la historia, se fugó de una prisión turca junto con dos compañeros tras ser apresados como prisioneros en plena Primera Guerra Mundial. En su huida, que duró 18 días, caminaban en plena noche más de 24 km por jornada, sin comida, sin ropa de abrigo, sin descanso y en condiciones extremas. Declararon tras ser liberados por los aliados, un año después de volver a ser capturados por los turcos, que mientras intentaban escapar notaban la presencia de un “cuarto hombre” que les hacía entender en su desesperación que “no podía ayudarles, pero que ante el peligro estaría con ellos para triunfar o caer”.
El Tercer Hombre también en la Biblia: En los textos de Daniel del Antiguo Testamento hay una referencia al Tercer Hombre. Dice así: Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y levantóse apriesa, y habló, y dijo a los de su consejo: ¿No echaron tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron y dijeron al rey: Es verdad, oh rey. Respondió él y dijo: He aquí que yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego, y ningún daño hay en ellos: y el parecer del cuarto es semejante a hijo de los dioses. Daniel, 3, 24-25
César Pérez de Tudela: “Pedí protección a mis amigos muertos. Y los vi.”
César Pérez de Tudela es alpinista, escritor, abogado, periodista y uno de los mayores exponentes del montañismo desde los años 60. Tener la suerte de hablar con él acerca del Tercer Hombre nos invita a tirar del hilo, a saber más sobre toda la fenomenología que acontece en el hombre en situación extrema y sobre todo a preguntarle qué sabe y cuáles han sido sus experiencias con ese fenómeno al que él mismo refiere como “esa alucinación de la mente que muchos exploradores, navegantes y alpinistas han debido de ver, o de sentir junto a ellos en los momentos difíciles”.
Pérez de Tudela nos recuerda “la narración de Chris Bonington, el célebre alpinista inglés, relativa a la visión que mantuvo Nick Eastcourtt, uno de los miembros de su expedición al Everest de 1975. Nick había reemprendido la ascensión y había salido de uno de los campamentos de altura en la noche estrellada. Desde el momento en que empezó la ascensión le pareció que alguien le seguía. Se volvió repetidamente para saber quién era su acompañante, pero no lo consiguió, pensando que sería un sherpa de la expedición. Cuando llegó al campo V desde el que se distinguía toda la ruta miro insistentemente sin ver a nadie”.
En términos generales Pérez de Tudela afirma sobre el Tercer Hombre que “estas visiones han sido muy frecuentes en la historia del alpinismo y del himalayismo.” A medida que hablamos del tema recuerda citas y ejemplos que ilustran esta experiencia. No en vano Pérez de Tudela es uno de los grandes divulgadores del montañismo: “Hermann Buhl, el escalador que alcanzo en solitario la cima del Nanga Parbat escribió: «Me voy adormeciendo…mis pies se entumecen. Sobre las cuatro de la madrugada la aurora se adivina y el frío se acentúa. Tengo la impresión…, la he tenido todo el día, de que alguien me seguía. Me he vuelto varias veces buscando a mi compañero y le he preguntado por mis guantes. Se han perdido, me dice… Cuando me vuelvo otra vez veo que sigo solo»”. Son muchos los testimonios que podríamos recordar, pero queremos que nos cuente su experiencia:
-¿Usted ha sentido la presencia del Tercer Hombre?
-Sí, yo he de confesar que también he notado la existencia o la falta de ese compañero misterioso. Cuando escalé la pared norte del Eiger, en aquellos años sesenta del pasado siglo, la “norwand” estaba considerada la escalada más trágica, difícil y famosa de la Tierra. Tras haber llegado a la cima, descendiendo por la vertiente oeste, víctimas del cansancio extremo y de unas pastillas de “centramina” que habíamos ingerido para poder resistir el deterioro del gran esfuerzo y poder salvar la vida, me desperté en el glaciar Rostok. Y de pronto sentí que faltaba mi tercer compañero, a quien llamé y busqué largamente en aquél confuso y duro amanecer. Sólo estábamos dos, pero ambos echábamos en falta a ese tercer hombre que nunca estuvo con nosotros.
-¿Cuál era su estado físico y mental en las situaciones en las que ha notado esa compañía?
-En el Aconcagua, en 1970, viví una aventura extraordinaria muy cercana al fin. Atravesé toda la montaña desde su cima, víctima de las alucinaciones de la altitud, sucesos que actualmente ya no son tan frecuentes, después de los largos periodos de aclimatación a los que se someten los candidatos a la cima. Atravesé zonas de hielos, ventisqueros y caudalosos torrentes y fui viendo personas y personajes en la más inmensa soledad. Rodeando una gran piedra estaba un hombre que me pareció el guarda de un refugio a quién pregunte por donde se entraba.
En un glaciar, víctima de la sed de varios días sin beber en las alturas, pedí permiso a unos seres pequeños y afectuosos, que creí que eran los dueños del glaciar, antes de coger unos trozos de hielo.
En otros momentos de mi descomunal aventura vi a un soldado de las tropas argentinas de montaña en el fondo del valle. Cuando llegué hasta él, ya de noche, le golpee llamándole y era una piedra. (De mi libro “Cinco Montañas Solo” Ed. Desnivel)
-El Aconcagua ha sido un lugar de múltiples experiencias para usted. ¿Qué sucedió cuando subía a la cima para entrevistar a Fernando Garrido, otro de los grandes mitos vivientes del montañismo?
Efectivamente este otro suceso también me ocurrió subiendo al Aconcagua, en el trascurso de mi tercera ascensión, a la cima para entrevistar a Fernando, que estaba solo en ella durante dos meses, batiendo un record de supervivencia. Subía aprisa, sin preocuparme de esa aclimatación que ahora se ha “protocolizado” como imprescindible. Muy cerca de la cumbre sur, escalando por una ruta inédita, llegué al agotamiento completo y presentí mi muerte. Era el fin. Me protegí en una pequeña cornisa y esperé el transito al otro lado de la vida. Vi el túnel negro, y fue entonces cuando pedí protección a mis amigos muertos. Y los vi. Vi a Fernando Martínez Pérez muerto junto a mí en el monte Sarmiento de Tierra de Fuego, vi a Elena, mi mujer, muerta en el Hindu Kush en aquella terrible expedición al Tirich Mir, vi a Pedro Ramos uno de mis primeros compañeros de escalada que murió después de abriéramos la sureste del Pájaro, en la Pedriza, junto a mí y M. Ángel Herrero, en 1959. Ellos debieron de ayudarme y volví a ver la luz y alcancé la cumbre. Fernando me contó también sus visiones y sus vivencias proféticas sobre la cima del Aconcagua, a casi 7.000 metros.
-¿Qué tipo de relación se establece con esa presencia, con esa compañía?
-Yo he hablado mucho con mi otro yo, en las escaladas y en las penosas travesías y ascensiones de los Andes, en las montañas de Anatolia, en Alaska, en el Himalaya…En mi libro “El Lama Milarepa” mi personaje, el barón de Cotopaxi, vive una sobrenatural aventura ascendiendo en solitario al Everest. Tiene visiones hipnagógicas, posiblemente producidas por la hipoxia y el esfuerzo, en las que se le aparecen amigos que le dan animo o que le invitan a reunirse con ellos en el “más allá”. Son hondas reflexiones metafísicas que tanto valor tienen para la vida de cada día. Dios ha estado siempre junto a mí, en forma de amigos muertos, de pequeños indígenas, de sherpas, o del Ángel de la Guarda. Es el misterio de la vida y de la muerte. Es la metafísica de la existencia y el otro lado de lo racional.
Fisiología límite
Se denomina de esta forma a la frontera que lo físico impone a los seres humanos; se trata del momento en que las limitaciones físicas doblegan la voluntad del hombre. Por ejemplo: cuando la temperatura corporal alcanza cinco grados más de la temperatura habitual del cuerpo se sufre una insolación fatal. Por otra parte cuando la piel desnuda se expone a una temperatura inferior a -50 grados centígrados la dermis se congela en un minuto. Cuando algunos seres humanos traspasan la barrera de la fisiología límite es cuando el Tercer hombre tiende su mano y les transmite una energía y una fuerza que los guía más allá de lo imposible.
Visiones hipnagógicas
Se trata de alucinaciones de tipo auditivo, visual o táctil que se producen poco antes del inicio del sueño. La palabra hipnogógica (o hipnagógico) expresa una situación de tránsito entre la vigilia y el sueño. Lo que caracteriza a este estado es que el cuerpo no puede moverse, está paralizado. Si la persona que tiene este tipo de alucinación quiere moverse no podrá hacerlo. Hay incluso ocasiones en que si quien está en ese estado se despierta de pronto la inmovilidad permanece aun estando totalmente despierto por unos minutos. Toda esta sintomatología ha llevado a mucha gente a interpretar este fenómeno como una experiencia paranormal o que “algo o alguien” se ha adueñado de ellos y les está impidiendo moverse o hablar.
bieeen!
ResponderEliminarMuy interesante! Siempre me han gustado los relatos que narran expediciones y experiencias al límite como suelen vivir los alpinistas. En cuanto al tercer hombre, mi abuelita ha sentido varias veces lo que ella llama su ángel de la guardia. Una de esas veces, estaba volviendo a la choza de su familia en los montes de Soria (eran carboneros), en plena guerra civil, después de intentar comprar un poco de harina y de azúcar. Era de noche, noche profunda de invierno, hacía frío, no había luz y ella estaba muerta de miedo, era una niña de 10 años! Pues siempre cuenta que esa noche, si logró llegar a casa sana y salva, fue gracias a su ángel de la guardia, o al tercer hombre, cuya presencia sintió todo el tiempo.
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