Resulta que los expertos han llegado a la conclusión de que los jóvenes que ven beber en su casa habitualmente y que en el ámbito familiar está permitido que beban desde corta edad tienen más riesgos de sufrir excesos con el alcohol de adultos. Perogrullada al canto y se quedan más anchos que largos. Está más que comprobado que ni las prohibiciones ni el intentar poner vendas en los ojos o diques al mar son métodos que funcionen en temas educativos. Pienso que lo conveniente es que los adultos no oculten las evidencias, y en este caso la evidencia es que en nuestra sociedad todo se celebra u olvida con alcohol. Esa es la clave; hacer entender a los niños que no es absolutamente necesario y que tras varias borracheras deja de ser divertido, como todo. Lo triste no es hacer un botellón, lo triste es que el botellón se convierta en lo único. Si los críos tienen otros estímulos quizá no recurran a lo mismo, aunque les aburra.
Por cierto: leed aquí la noticia. Y el titular, para cagarse.
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